jueves, 2 de octubre de 2008

Poemas inéditos que aparecen en la puesta

Los siguientes poemas fueron seleccionados del libro "Homero Manzi. Poemas, prosa y cuentos cortos". Compilación de Homero Luis Manzi (Acho Manzi) editada por Corregidor el año 2007.

AÑATUYA
¡Añatuya es un lugar
que jamás podré olvidar
porque al fin es Aña ... mía ... !

Tras un verde ventanal,
junto al mismo algarrobal
conocí la luz del día.

¡Qué aromado es su polear ...!
¡Y qué verde su alfalfar ...!
¡Y qué roja su sandía ...!

Y qué triste es el cantar
de la urpila del lugar,
cuando está muriendo el día ...!

¡Añatuya ...!
¡Cómo arrulla
tu recuerdo volvedor ...!

¡Cómo duelen tu horizonte,
tus senderos y tu monte,
cuando evoca el corazón ...!

¡Añatuya...!
¡Cómo arrulla
tu recuerdo volvedor...!

En el alto, el quebrachal
y el ranchito y el corral
y las frutas del estío.

Y en el campo, el trebolar,
que la oveja va a triscar
cuando ya ha bajado el río.

En el monte está el tunal,
la algarroba y el vinal
y las garras de las breñas.

Y en el bajo está el jagüel
donde beben en tropel,
las haciendas lugareñas.

Añatuya...
¡Cómo arrulla
tu recuerdo volvedor!


CONTESTACIONES PARA ACUNAR TU INFANCIA
Sí. Sí.
Todas las calles terminan en un río,
y un río es una calle, una calle con agua.
Las estrellas no caen al agua porque vuelan,
porque son pajaritos, pajaritos sin alas.

Yo he tenido en mi mano una estrella viajera.
¿Entiendes ...?
Era una estrella rubia como tu pelo.
Se la robé en un cuento a una princesa muerta.
¿Y después ...? Y después la tire contra el cielo.

La mariposa es una flor que voló del árbol.
La noche es una tarde que se viste de negro.
Y Dios es el patrón de todos los caminos
Y es el hombre más grande y es el hombre más bueno.

Tú no oyes cuando duermes porque todo se aleja.
Tú no ves cuando duermes porque todo se apaga.
Y porque tu mamita, cuando cierras los ojos
se acerca hasta la luna y Ie sopla la llama.

Sí. Prometo esperarte para que tú me alcances
y seamos los dos altos y con sombrero.

Y ahora, sí te duermes, tendrás al despertarte
una tarde, una estrella, una calle y un trueno.
Sí. Sí. Sí. Te prometo.

¡Shhhhhhh…! ¡Se durmió…!


JARDIN ZOOLOGICO
Si yo tuviera un sánguche de queso,
Un jarrito de lata,
Un guardapolvo blanco,
Treinta condiscípulos y un chocolatín,
En un coche expreso del Anglo,
Haría una excursión al Jardín.

Mi maestra de humildad enlutada,
(así la recuerda el corazón)
acentuaría el impulso cotidiano
del neurasténico coscorrón.

Maestrita malhumorada
por culpa de la soltería,
pero sin embargo humana
como una hermanita.

Queremos ir contigo
y no con la directora,
que casi siempre es una señora
mayestática e incomprensiva.

Tú irías con los zapatos gastados,
yo, con los trompudos de charol
y el flaquito del banco de al lado
con los pantalones remendados
en forma de desilusión.

Yo quisiera que vayan todos,
todos los que fueron ayer,
con los mismos trajecitos,
con el mismo orgullo
y con la misma sencillez.

Pero pido tan sólo una cosa,
una cosa que está en la garganta.
Permiso para ir con el flaquito
y cederle la ventana.

Para no reírme de sus pantalones
y para esconderle el brillo de mi botín
y para darle medio sánguche de queso,
igual que Carlitos Chaplín.

Si yo tuviera treinta condiscípulos
y una maestra y un chocolatín,
iría de nuevo al Jardín.
Entonces el purrete que llevo en mi hombría,
mataría a aquel hombre que hubo en mi niñez.


MARIA
Heroína de tango, te llamabas María.
Tenías ojos negros y ganas de sonar.
Me contabas historias que entonces te creía,
y hasta me hacían llorar.

Para mi adolescencia eras la Magdalena
del pecado inconsciente y del padre borracho.
Por eso tu palabra me llenaba de pena.
jEs que era un buen muchacho...!

Te besaba en las manos, te recitaba versos
y te leía cuentos de Gogol.
Y cuando abandonábamos aquel antro perverso
íbamos a los parques a ver nacer el sol.

Una vez me pintaste la miseria de tu hogar.
Y, al verme entristecido,
en un golpe de histeria te pusiste a llorar.

Te consolé juntando las palabras más buenas
y te ofrecí la salvación
y te hablé de una vida serena
donde se unían tu nombre y mi ilusión.

No volví a verte más des de aquel día.
Te perdiste en la sombra y vanamente te busqué.
Pensé en tu desamor, en tu falsía,
te maldije y llore.

Heroína de tango. La vida dura
me fue quitando aquella ingenuidad.
Pero he vuelto a creer que eras pura
y a saber que tuviste piedad.



HOMBRE
¿Eres cientos de vidas, o una vida?
Una sola infinita y dolorida?
¿Eres dueño del mundo en que transitas
o el mundo es una gruta donde habitas?
¿Andas entre congojas y alegrías
sin propias noches y sin propios días?
¿Andas entre las flores y el paisaje
sin poner el perfume y el celaje?
¿Creaste una deidad omnipotente
para que manejara tu presente
y tu pasado y lo que nunca ha sido,
lo muerto, lo vital, lo presentido?
Cruzas frente al espejo de tu espejo
y no eres el reflejo de un reflejo.
Manejas tardes y también mañanas
y ríos y amapolas y ventanas
y lágrimas y sombras y canciones
y juncos y fatigas y emociones
y guerra y paz y prados y ciudades
y juventud y ancianidad y edades
y libros y banderas y armonías
y das luna a la noche y sol al día.
Mides los mundos que tú hiciste mundos
con teoremas exactos y profundos.
Trabajando en tu nada y en tu todo
pintas blanca la nieve y negro el lodo.
Prescribes lo moral y abres caminos
y ponderas valores y destinos.
Juzgas para esta vida y otra vida.
Ésta fugaz y la de allá dormida,
sobre un tiempo sin tiempo -fuego o nube-
­y dices que el mal rueda y el bien sube.
Corres como un gigante desolado
con fuerzas que tú mismo has convocado
y de pronto, cortando tu carrera,
te blasfemas, te lloras, te veneras,
te conviertes en cientos de millones
que maldicen o rezan oraciones
y te cambias el rostro en cada suerte
y vuelves a la vida y a la muerte
con una vanidad empecinada
hecha de polvo, de ceniza y nada
y aguardas rosa de la mana amiga
y de la mana sin amor, ortiga.
Pero sabes que todo esta en tu sueno;
ortiga y rosa, soledad y leño.
Eres trágico así y eres culpable.
Si eterno, te defines deleznable.
Si santo, buscas torpes tentaciones.
Si valiente, te ensucias con pasiones.

Eres trágico así y eres absurdo
cuando te vistes con el gesto burdo
y abismas en fracaso abominable
el bien, de cuya norma eres culpable
y cuando hieres con tus propias manos
tu propio corazón en tus hermanos
y descargas la furia de tus brazos
sobre el propio dolor de tus pedazos
y destruyes los sueños de ti mismo,
lanzando lo que es tuyo hacia el abismo.
¿Como puedes herir a la criatura
que es una imitación de tu figura?
¿Y permitir que giman tus mujeres
cuando son lo mejor de lo que tu eres?
Nada menos que tú que eres poeta
y cantaste la ley como profeta.
Tú, que eras el orfebre legendario
que hizo la cruz y que labró el rosario.
Tú, que hiciste perfecto el universo
con la bondad con que se canta un verso.
Tu, que al solo temblor de tu mirada
hiciste o descubriste la alborada.
Tú, que te hiciste Cristo en un camino
con el leño cargado en hombro fino.
Tú, que con bronce y viento hiciste sones
para poblar el mundo de canciones.
Tú, que supiste con tendidas cerdas
degollar el silencio de las cuerdas.
Tú, que fuiste, además, el “franciscano”
que hablaba con el yuyo y el gusano.
Tú, que contaste cuentos a tu niño
con princesas envueltas en armiño,
con enanos obreros y con lobos
muertos bajo las hachas de los probos,
con estrellas prendidas a la frente
de las niñas mas pobres y dolientes.
Nada menos que tu, que hiciste tanto
cuando empezaste a amar con sangre y llanto.
Cuando clamaste amor sobre este mundo
con tu clamor mas triste y mas profundo.
Cuando enseñaste a amar a la pantera
la tarde en que tembló la selva entera.
Cuando nacieron nidos en las ramas
y el trébol y el pajar se hicieron camas.
¡Nada menos que tú, que tanto hiciste
al regalarnos el placer más triste!
¿Cómo puedes gozar del cataclismo
si esta hecho todo en carne de ti mismo?
¿Si el cielo, la perdiz y la cabaña
salieron desde el fondo de tu entraña?
¿Si la bestia que pace y los pastores
tienen tu amor y tienen tus dolores?
Hombre, que todo lo soñaste un día,
no puedes solazarte en la agonía.
Y no puedes mentir que son mil vidas
ajenas a tus manos atrevidas.
Eres uno, el primero, el que hizo todo.
Blanca la nieve blanca y negro el lodo.
El que duerme en las hondas sepulturas
y despierta después en las criaturas.
El creador de sí mismo, el propio dueño.
EI responsable de su enorme sueño.
Deja tu vanidad empecinada
hecha de polvo, de ceniza y nada,
y vuelve a ser el ángel legendario
que hizo la cruz y que labro el rosario.
No puedes ver morir con sorda calma
las cosas que pariste con el alma.
Nada menos que tú, que eres poeta
y fuiste tu factor y tu profeta.
Nada menos que tú, que de tan noble
trajiste hasta tu casa el pez y el roble
Y que hiciste infinita la medida
para encoger tu imagen y tu vida
Y que al solo fervor de tu mirada
dibujaste los cosmos en la nada.
Y que al solo temor de hacerte malo
nombraste un Juez y Ie entregaste el palo.
¡Cómo puedes fraguar maldad y muerte
si hiciste a Dios para no ser tan fuerte...!



DEFINICIONES PARA ESPERAR MI MUERTE
Puedo cerrar los ojos
lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo estas caras nuevas.
Como si de pronto
los mil lentes de la locura
me trasladaran a un planeta ignorado.

Estoy lleno de voces y de colores
que juraron acompañarme hasta la muerte
como amantes resignadas al breve paso de mi eternidad.

Se que hay recuerdos que querrán abandonarme
sólo cuando mi cuerpo
hinche un hormiguero sobre la tierra.
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.

Sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será sólo un par de palabras sin sentido.

Estoy lleno de voces y de colores.
Unas veces recogidos en el sonambulismo de la marcha.
Otras, inventados tras mi propia soledad.

Con ello se integrará un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.

Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar,
evoco a los marinos,
encerrados en las paredes altas de la tormenta;

a los soldados
caídos sobre hierbas lejanas;

a los peregrinos
que duermen bajo la sombra de árboles innominados;

a los niños
que yacen contemplando el yeso de los hospitales;

y a los desesperados
que entregan el ultimo gesto
frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.